domingo, 19 de agosto de 2012

BANXÚ 2012 (Por Daniel Cortés)


RESEÑA BANXÚ 2012
Como todos los grande retos, se teme, se le quiere, se le desea conquistar y se sufre en el intento. Primera ocasión que corro esta carrera y los consejos y advertencias llegan antes que la misma competencia; muchos adjetivos aparecen ligados a Banxú, complicada (muchos comparativos), hermosa, (más aumentativos) y por sobretodo difícil (en un gran superlativo).
El entrenador Ricardo nos había estado preparando con semanas de antelación para lo duro de la competencia, aunque de antemano uno ya sabe que siempre se sufre, lo único que se puede hacer es ir más o menos rápido.
Día de la competencia y mi hermosa Yola me acompaña en mi travesía, iniciamos el viaje disfrutando esos momentos mañaneros de domingo que solo son para nosotros y un esporádico zombie post-parranda. Ya a la mitad del camino nos encontramos a los Danieles, el entrenador y la porra puma cargándose de cafeína y carbohidratos para el intenso “día de descanso”.
Llegamos a Banxú y el protocolo Puma entra en acción, preparar tienda, arreglar bicis, inscribirse, etc. El emisario de avanzada Oscar Placencia nos comenta el recorrido que habremos de  hacer; que lo mejor es tomarlo con calma y sabiduría.
Volteas a ver el lugar y te das cuenta de lo bello de las montañas, de las comunidades incrustadas como las rocas entre los árboles, de los rostros de barro que al caer las gotas de lluvia suenan a “hñahñu”. De los cambios de presión atmosférica que le permiten al hombre tocar el cielo y vivir día a día con las nubes; a nosotros nos tiene que durar esto 24 horas.

Para nosotros la contemplación tibetana tiene que terminar y entrar al otro lado del yo, agresividad, coraje y esfuerzo; de momento, el paroxismo cardíaco, mi habilidad no es la explosividad y arranco fuerte sin ser desmedido, Ricardo me indica que tome mi paso y con gusto lo hago, no sin dejar de ver a los punteros que los llevo a vista. Después de los primeros 4 kilómetros la cadena se zafa y mi desviador delantero no quiere volver a trabajar. No solo pierdo valiosos minutos intentado poner todo en orden pues la cadena se había metido entre los tirantes posteriores y el cassette sino que me quedo sin poder cambiar al plato grande, ¡A pedalear cual rehilete en huracán! Después de iniciar mi triste pedalear, trato de animarme y hacerlo lo mejor que pueda. Primer ascenso hacia las “emes” y el pavimento nos sostiene de no llegar más abajo, sin embargo, allá abajo esta la terracería, el crujir del polvo, cada que paso por este camino, me es imposible no pensar en las sensaciones que hubiera obtenido de rodarlo sin asfalto; nosotros los niños que juegan a ensuciarse. Las subidas me permiten alcanzar a muchos corredores y sin embargo algunos de ellos me rebasan al descender por no poder pedalear más rápido por el desperfecto mecánico (esta sería la historia de la competencia). Nuevo ascenso de terracería y a tomar ritmo, alcanzo a otros competidores y los rebaso con el gran ritmo que traía a 178 ppm en promedio, a uno de ellos lo exhorto a seguirme y me dice que prefiere ser cauto y guardarse para el final; yo digo para mis adentro -¿guardar que? Y sigo mi paso. Regresamos a Banxú para el último esfuerzo, un ascenso que es perfectamente pedaleable (en su gran mayoría) sin embargo lo extenso de este lo hace imposible; 4 km, 500 metros de ascenso y 25% de pendiente lo confirman, esto aún podría parecer fácil en camino ancho y plano; sin embargo, hay que agregarle lo agreste del terreno y sumarle  que es una vereda de una sola bici, con acantilado de un lado; ¿a alguien aún le parece fácil? En un momento de humildad forzada me veo convertido en la liebre al ver pasar a la tortuga que me había aconsejado cautela. Sigo mi paso con mucha pesadumbre, prácticamente caminando y aunque creo que me voy apapachando por no intentar ir más ràpido, mi  frecuencia está en 165 aprox. Otros corredores y yo hacemos nuestra competencia en cámara lenta y yo soy el ganador al no ser el más rápido sino el  menos lento. Al ir subiendo podíamos escuchar la voz del animador que decía los nombres de los que recién llegaban; triquiñuelas mentales pues nunca sabes cuanto falta realmente y eso puede jugarte mal en la cabeza. 
Cuando por fin llegas a la cima te das cuenta que el descenso para nada es un descanso, ahora es mayor el desgaste mental, singletracks con barranco da a un lado, espacios donde el manubrio apenas entra con la venia de las rocas, donde los árboles podrían guillotinarte, aunque es sumamente estresante por ir a ritmo de competencia, la emoción es la pala con la que se hizo el sendero. Vueltas en “U” derrapantes, raíces saltantes, hojarasca aromática, y lodo, mucho lodo. Mi cuerpo trata de entenderse con este camino tratando de hablar el mismo idioma,; yo le contesto con balanceos, apretones de palancas, soltar palancas, giros, y porque no, hasta apretones de dientes; sin embargo, dejamos de entendernos en una bajada sumamente inclinada con un lodo sumamente resbaladizo no encuentro como responderle, mi bici avanza sola por 6 u 8 metros e inevitablemente caigo, aunque la caida es limpia me llevo un golpazo con la potencia sobre mi rodilla. Caminar ahí incluso es difícil y resbalo varias veces, como puedo salgo y trato de no darle importancia al dolor. Sigo avanzando hasta que por fin veo la meta. Siento un corredor acercándose y trato de acelerar con la poca fuerza que me queda. Entro en solitario para un sufrido octavo lugar.
Dany Partida por su parte no soltaba el segundo lugar; el no lo permitiría pero su bici no tenía los mismos planes; ella sucumbiría en un momento de estrés y los cambios serían los culpables, esto sería aprovechado por su contrincante  cercano y obligarían a mi tocayo a conformarse con el tercer lugar. ¡Que vaya tercer lugar! ¡Grande Dany!
Oscar Placencia venia a terminarla, así lo hizo, no cualquier cosa. Isaac que gusta de llegar al final saldría con el último grupo para después tenernos comiéndonos las uñas en su espera, bueno saber que la larga espera no era por un desperfecto mecánico o caída sino por razones…que el tendrá que explicar. Tocayito (hijo de Dany Partida), que nadie te diga que puedes hacer o no hacer; para la mayoría la vida es una definición de diccionario, haz la tuya.
Banxú me mostró su lado más bello, que es también el más salvaje, como si uno se  introdujera a otro mundo, este que no puede verse a otra ritmo cardíaco, a otra velocidad, ni más rápido ni más lento, la bicicleta es la justa medida.

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