miércoles, 26 de septiembre de 2012

Reseña de Daniel Cortes del Martí Ride

Reseña Primer Maratón Martí ride Después de varios meses de lluvias intensas y sequías en las competencias, Agosto y Septiembre han sido sumamente concurridos, competencias no han faltado y este fin de semana Martí en conjunción con Raid México nos traían la primer edición del maratón Martí ride, en dos modalidades de 25 y 40 km. Gran fondo, triatlón extremo y esta competencia harían que el equipo dividiera sus elementos para cubrir todos los eventos y vaya que hay de dónde tomar. Para este evento, que se realizaría en el Ajusco, asistimos José Antonio Cervantes, Toño Gama (papá), Juan Pablo Gama, Oscar Placencia y el que escribe; Yola y Adri elementos incondicionales en la meta, casí tanto como los puestos de hidratación. Mañana fría, condición sin equa non del Ajusco pero es el clima perfecto para el ciclista de montaña, realmente no sé si perfecto o la montaña nos ha hecho acostumbrarnos a ello, o troquelarnos en la mente el gusto por ello. Solo sé que así es el Ajusco, así son sus bosques. Inicio de la competencia y aunque salgo desde el fondo, el entrenamiento de intervalos hace su trabajo y me deslizo entre un tamiz de corredores; muchos se quedan atrás; sin embargo, los embudos no se hacen esperar y encontrar el resquicio por donde avanzar se convierte en un juego de precisión y destreza; no sin olvidar la explosividad de los arrebatos y paroxismos de contracción muscular a los que las piernas se tienen que someter para dicha labor. Uno no se pone a pensar en todo lo que pasa en el momento sólo cuando se tiene el tiempo para reflexionar sobre ello, las horas de entrenamiento de destreza, de ejercicios, anaeróbicos, de ejercicios de habilidad, de lectura del terreno, de conocimiento de uno mismo, todo para ser usado en unos cuantos segundos. Hacemos una pequeña vuelta y regresamos casi a donde salimos, el poder de convocatoria de Martí es tal que se deja sentir en la gente que está animando a los ciclistas, fácil también notar que por ello mismo, muchos son recién iniciados en ello. Todas esas loas siempre son bienvenidas y ayudan al espíritu, ayudan a la carga que aunque con pulsaciones alrededor de 180, dicha carga aún es poca. Pasamos casi inmediatamente por el sendero donde iniciaba la competencia de 15 días antes y me trae recuerdos, trato de no pensar en ello pero no puedo, la tierra esta impregnada de ellos, los acepto sin dejar de lado la concentración de la competencia actual y trato de que me sirvan para el momento. Sigo avanzando y el camino se ensancha ciclistas pasan y ciclistas son pasados que al fin y al cabo, es la idea subyacente en todo esto. Poco a poco vamos tomando nuestro posición de pedaleo mientras las aguas se amanzan, mientras las fases toman su posición según su densidad y Armando Dattoli olvida esto; me rebasa tan fuerte y a tan buen paso que juzgo impertinente seguirle el paso, semana dura de entrenamientos y yo solo venía a usar esta competencia como eso, entrenamiento, así que le hecho mis agnósticas bendiciones y le deseo suerte. Más adelante alcanzo a Chema, aguerrido corredor Master que sigue sin saber que edad tiene y rueda con la puerilidad de los 20’s, nos vamos a buen paso y empiezo a sentir un pequeño desbalance en la bici, me niego a querer detenerme pero un granito de consciencia me para y me hace revisar lo más obvio, el manubrio estaba un poco flojo, pedaleo un poco más y todo sigue igual, me desconcierto y lo más obvio lo he obviado, la llanta trasera esta muy baja, prácticamente ponchada, el terreno no es de pinchaduras y sin embargo mi rueda demuestra lo contrario, rápidamente intento inflarla pero en mi desesperación rompo el pivote “tubeless” al querer sacar el cartucho de gas, me desespero aún más y me veo perdido, quería hacerlo lo mejor posible, más allá de ganar o perder, solo eso quería, hacer el mejor entrenamiento posible, me imagino a mi mismo fuera de la carrera y el enojo me invade, trato de serenarme y pensar, no me queda mas que esperar la caridad de algún “29er” para poder seguir rodando, mucho tiempo pasa, no se si 20 ó 25 minutos y por fin un camarada ciclista decide apoyarme y avienta una cámara que sin mediar términos ni condiciones se desprende de ella con un gusto que aún en este momento al escribirlo me llena de alegría, soy más bien yo el que le pregunta todos sus datos para poder regresarla, el inmutado sigue su camino. Me doy a la tarea de reparar mi adolorida bicicleta y al quitar el pivote me doy cuenta que no hubo pinchadura, el pivote estaba flojo y por ahí se salía el aire, lo que hubiera sido fácil de solucionar, se convirtió en una gran tragedia, detalles a los que nunca les prestamos atención pero que como ven, son importantes. 26 minutos son el precio exacto que tengo que pagar para poder volver a rodar. Pongo en marcha mi bici y los ánimos de todos los que me ven pasar no se hacen esperar –con que ahí vienes, puma tenías que ser- son algunas de las palabras que escucho y el corazón se hincha de orgullo y no me queda más que decir –venga compañero, vámonos-. Sigo avanzando por subidas anchas pero técnicas, sin embargo el camino mis piernas ya lo conocen y lo subo a buen ritmo. Uno a uno los voy alcanzando a todos, pero es claro que he perdido mucho tiempo; muchos rostros no los volveré a ver y me dedico a lo mío, rodar. El Ajusco me sorprende con caminos que no conocía, pasajes que se habían reservado y que parte de su belleza radica en lo poco tocados por el hombre, el verdor podía sentirse en la humedad de unos senderos recién hechos, mismos que las ramas dejarían sus recuerdos cual zarpazos en las piernas. Momentos de descenso y rápidamente adquiero confianza, aquí logro alcanzar a varios más y pese a lo resbaloso de la tierra logro corregir varias veces la bicicleta en lo que en otra ocasión sería una caída inminente. Toda carrera tiene sus momentos varios, de dureza extrema donde uno levanta el rostro y ataca de frente con las fuerzas nuevas, el regocijo de la velocidad en el plano y levantar no solo el rostro sino la mirada para ubicarse en el plano, descenso de diversión y momentos donde la mente te juega, el camino te preocupa, y las piernas ya solo hacen un esfuerzo prestado, el hambre y la sed me agobian y como si viajara en el desierto recuerdo haber pasado por el mismo camino anteriormente. Me preocupa no ver a ningún corredor atrás ni adelante, pensando en que me equivoqué en algún punto no sé si regresar o seguir adelante, opto por lo primero y es la decisión acertada; sin embargo, yo ya sufría de sed y de hambre por varios kilómetros. Rodaba pesadamente tratando de llegar a la meta, mientras trataba de recordar los caminos recorridos, esos que dado la grandeza geográfica del Ajusco no se pueden conocer todos de una sola vez. Al llegar a un puesto de señalización mi desesperación le pide agua y alimento al chico encargado, él bondadosamente me ofrece una bebida y una manzana de la primera ya no obtengo nada, estaba vacía, pero la manzana hace su trabajo y lo hace bien, nutre mi cuerpo en necesidad y me alivia la sed y el hambre. Mucho tiempo había pasado sin que recordara cuan deliciosa una manzana puede ser, se tiene que recurrir al hambre para recordar la magnificencia en la “simpleza de una manzana” en su carnoso parénquima, en su sonido de quebranto al morderse, en su pulpa nutritiva, aún en este momento lo recuerdo con gusto. La meta está cerca y mis primeras miradas son buscando a mi trofeo: Yolanda, ella está ahí buscándome también. La competencia ha terminado y busco a mi benefactor de la cámara, nunca logré encontrarlo, lo voceé, lo busqué, lo esperé pero nunca más lo volví a ver. Solo fue, rodó, ayudó y se fue; esa es mi definición condensada de ciclista. Todos los pumas harían un buen papel pero en especial José Antonio que se colaría en el podio. El día casi termina y pienso en el Ajusco, en aquel bello patio trasero que tenemos los capitalinos, aquel que poco a poco se pierde y que pese a ello aun es majestuoso e imponente, una pequeña máquina del tiempo que nos deja ver cómo era este lugar antes de nosotros; antes de que la modernidad llegara a civilizarnos. Con todo y esa perdida, ese corredor ecológico del D.F. conserva el 2% de la biodiversidad mundial; podrá parecerles poco pero ubiquen a esa zona en el mapa y luego calculen el 2% del globo terráqueo y verán la riqueza del mismo; es imposible que teniendo una pizca de sensibilidad no amar nuestro bosque, no querer cuidarlo; sino, ¿a dónde iremos a exiliarnos? ¿A dónde iremos para volver al arcaísmo? ¿A dónde iremos para ser pumas de montaña?

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